Caímos en la trampa que aprendimos de la cultura del esfuerzo, trabajar mucho no es sinónimo de éxito y estar todo el tiempo ocupado no tiene nada que ver con ser productivo pero así lo creímos y lo creamos, de ahí nace el término que nos compete hoy: workaholic.
Adicto (o adicta) al trabajo, es aquel que, como su nombre lo dice, trabaja en exceso, tiene dificultades para relajarse tanto en la oficina como en casa (si es que pasa tiempo en casa). ¿Eres un workaholic?
Una cosa es trabajar por gusto, pasarla bien, elegir de forma consciente priorizar el empleo, otra muy diferente es trabajar de más porque no alcanza para cubrir los gastos o las carencias emocionales.
México es el país con el salario más bajo de los 41 publicados en el ranking de salarios de la revista Expansión, así que trabajar doble turno (o tener más de un trabajo) se ha vuelto una realidad muy común. De ahí que podamos hablar de algún workaholic que no decidió serlo.
El caso del resto, los que no “pueden” desconectarse y se han vuelto adictos al control y al poder, es todavía más complejo. Y lo escribo sin afán de minimizar la importancia de la desigualdad económica en nuestro país, pero hay quien casi duerme en la oficina ¡porque quiere!
Yo también confundí la pasión por el trabajo con una peligrosa obsesión que puso en riesgo, en varios momentos, tanto mi salud física como mi salud mental. Ser workaholic es vivir estresado, con la presión arterial en los cielos o en los suelos y, por supuesto, con insomnio. No es normal.
O estás pidiendo a gritos aprobación y reconocimiento o lo que sea que esté pasando fuera del trabajo no te gusta y prefieres evitarlo. Perdón por ser tan directa, pero es la forma más común de reprimir emociones.
Si eres el primero en llegar a la oficina y el último en irte 6 de cada 7 días a la semana, eres un workaholic y podrías estar poniendo en riesgo tu vida, literal.
Y es que eres mucho más que un trabajo, el sueldo y el estatus que vienen incluidos. Si vives para trabajar, ¿qué vas a hacer cuando se acabe el empleo? “Ese” en particular, ¡no creerás que es eterno!
