Hay quienes dicen que el desapego emocional es la clave de la felicidad. Tiene que ver con elegir de forma consciente cómo y con quién nos relacionamos.
En el extremo opuesto está la dependencia emocional, cuando una persona establece con otra un vínculo tóxico. Y es que una cosa necesitar y otra, muy diferente, desear. Nos apegamos a personas y a objetos materiales.
Aprendemos a expresarnos con frases como “mi papá”, “mi novio”, “mi hijo”, pero nadie posee a nadie. De modo que es momento de desmitificar el amor romántico y crear lazos afectivos más saludables.
El desapego emocional es, dicen muchos, la clave de una vida sin sufrimiento. Y es quizá a esto a lo que los expertos en salud mental se refieren cuando hablan de soltar. No significa que te quiera menos, pero sin duda te quiero mejor.
Eres mucho más que los roles que cumples, mucho más que tu trabajo y si no lo tienes claro, corres el riesgo de perderte en medio de tus deberes y obligaciones. Si te despiden, ¿quién eres?
El desapego emocional se ve como alguien que va por ahí más ligero, menos aferrado a lo que tiene o lo que le hace falta. Implica entender que nada es para siempre y, bajo esa premisa, vivir.
4 leyes de la espiritualidad
Las he tomado como referencia porque creo que no hay mejor manera de explicar lo que tengo en mente cuando hablo de relaciones afectivas sanas. En la India, se enseñan estas 4 leyes y bien podríamos adoptarlas en cada rincón del mundo:
- La persona que llega a tu vida siempre es la persona correcta.
- Lo que sucede es la única cosa que podría haber sucedido.
- Cualquier momento en el que algo comienza es el momento correcto.
- Cuando algo termina, termina.
Practicar el desapego emocional es el primer paso para vivir en libertad, sin ansiedades y sin miedos. Y aunque suena a algo como la iluminación budista, solo es cuestión de crear nuevos hábitos y una vida que nos guste tanto que nos mantenga siempre en el presente.
Desapegarse duele, arde, no se siente como algo natural porque es justo lo opuesto a lo que nos dijeron. Hay un periodo de abstinencia, como cuando dejas cualquier otra droga, que se siente como el fin. Y lo es. Pero todo final tiene un comienzo y ahí está lo bonito.