“Las amistades que duran más de 10 años son para toda la vida” leí en una entrada de blog hace algunos ayeres y, por supuesto, compartí la nota con quien consideraba mi mejor amigo muy orgullosa de aquella relación que, para entonces, había superado los 15 años. Unos meses después, cuando por fin me comprometí conmigo misma en terapia, descubrí que esa amistad ya no era del todo recíproca. Entendí que, igual que las relaciones de pareja, las amistades terminan.
No me malentiendan, él no es un ogro y yo no soy una ‘perita en dulce’, pero llevábamos un rato viéndonos poco, hablándonos poco, confiándonos poco, años sin darnos cuenta de que nuestros caminos ya se habían separado. Sus comportamientos me dolían, sus palabras todavía más, lo dejaba pasar porque me compré la idea de que los amigos son amigos para siempre. Me equivoqué.
No expresé lo que sentía, no puse límites, es probable que yo también haya dicho o hecho cosas que lo lastimaran. Sin embargo, tener conversaciones incómodas era algo que no sabía hacer (y supongo que él tampoco) en mis veintes. Pero ya en mis treintas, en medio de un profundo trabajo interno y una dura crisis emocional, tuve claro que las amistades terminan el día que le hablé sobre mi sufrimiento y no recibí ni empatía ni palabras de aliento.
“En la cama y en la cárcel se conocen los amigos” reza el refrán y no podría estar más de acuerdo. No recibí lo que buscaba, quizá tampoco lo di. Ya no reconocía a aquella persona ni tenía energía para volver a empezar. Las personas cambiamos, las relaciones también y, aunque hay algunas que se transforman y superan el paso del tiempo, otras no van más.
Lloré, viví mi duelo, dejé ir las expectativas, le deseo lo mejor, pero ya no es mi mejor amigo. Aceptarlo es bonito, está bien y ahorra un sufrimiento innecesario. Aprendí que las amistades terminan y que estas 3 señales indican, casi de forma inequívoca, que llegó la hora de decir adiós:
- El interés es unilateral. Si escribes tú, llamas tú y recibes una respuesta solo cuando tu amigo necesita algo, quizá debas dejarlo ir.
- Su compañía se siente ‘pesada’. Si es pasivo-agresivo, se burla de tus problemas, situación sentimental o laboral, se queja todo el tiempo o invalida tus emociones, vete. Las amistades terminan y, a veces, hay que hacerlo “de una” como dicen los colombianos.
- No tienen nada en común. Si están juntos y parece que hablan idiomas diferentes, su estilo de vida es opuesto al tuyo, sus ideas van en sentido contrario a las tuyas, ya solo el pasado y lo que fue los une. Cuando no hay confianza ni interés, no hay nada.
No tiene por qué haber drama, a veces tampoco una despedida como las de las relaciones de pareja en las que alguien dice “debemos terminar” o “quiero el divorcio”. Hay amistades que terminan mucho antes de uno de los dos o los dos caigan en cuenta. Fluye, aprende, cultiva nuevas amistades, cumple tus promesas, ofrece disculpas y disfrútalas el tiempo que duren.