Si eres de las que dicen “todos los hombres son iguales” o de los que afirman “todas las mujeres son interesadas”, tienes un claro (y tóxico) patrón de pareja, sigue leyendo.
Lo primero que quiero dejar claro es que vamos a dejar de lado el papel de víctimas, no es que siempre te toque la misma clase de hombres, ese el tipo de hombres que eliges, que atraes muy probablemente de forma inconsciente. Es momento de hablar de ese patrón de pareja que tanto daño te está haciendo.
Y, caballeros, acá la cosa es pareja, por supuesto que ustedes también tropiezan con el mismo tipo de piedra una y otra vez, no están exentos de enredarse en uno de esos círculos viciosos de los que parece no tenemos control.
La buena noticia es que elegir mejores parejas están en nuestras manos, la “mala” es que primero tenemos que afrontar miedos, creencias limitantes y uno que otro trauma del pasado. Si el tuyo es un patrón saludable, ya estás del otro lado, si no, esto te interesa.
Preferimos no salir de la zona de confort, es muy humano, pero también muy nocivo. Aprendemos estrategias para gestionar la personalidad de una pareja y, lo más cómodo es que con el siguiente podamos solo transferir esas habilidades. Aún cuando se trata de personalidades violentas o sencillamente incompatibles.
Y por supuesto que un patrón de pareja suele no surgir de un proceso consciente, por eso creemos que nos toca el mismo tipo de hombre (o mujer) una y otra vez.
En algunos casos, incluso, nos “topamos” con una pareja que toma el rol paterno (o materno) porque, sin saberlo, la escogemos en base a lo que tanto hemos idealizado.
En el peor de los casos, estamos frente a un patrón de pareja tan tóxico que repite el tipo de acción o comportamiento que nos hizo en casa, casi siempre, durante la niñez.
Así que si puedes prever cómo va a terminar cada nuevo conflicto con tu pareja, si él adopta una postura paternal y, sobre todo, si por más que intentas cambiar terminas con los mismos problemas, estás frente a un patrón de comportamiento que vale la pena explorar.
El proceso no es sencillo, pero asumir la responsabilidad de ti mismo es sanador. Te lo digo por experiencia (yo era experta en piedras, ¡en rocas!).
