Una filosofía de vida cuya base reside en sencillamente estar en el momento presente. Tomos hemos oído hablar de mindfulness, pero ¿la practicamos?
Seguramente habrás escuchado aquello de que la depresión es “exceso de pasado” y la ansiedad, “exceso de futuro”, ¿cuál es, entonces, el punto medio? Aparentemente se trata de mindfulness.
Un estudio publicado en el International Journal of Environmental Research and Public Health, ha evidenciado que esta práctica es útil, incluso, para el tratamiento de personas con esquizofrenia.
Por eso es que las intervenciones basadas en mindfulness han cobrado tanta relevacia en los últimos años. Tomar conciencia sobre el momento presente, eso es todo lo que hay que hacer. Fácil, ¿no?
Pues parece que no tanto, porque nos la pasamos ocupados, preocupados y estresados. Estar plenos en cada momento y en cada lugar, sin juzgar, tiene su ciencia.
Para practicar mindfulness hay que atender a nuestros cinco sentidos, aceptar los pensamientos que se atraviesan y, después, dejarlos ir. Hay que confiar en lo que somos y lo que tenemos y, sobre todo, entender que las cosas suceden cuando tienen que suceder.
Es posible abordar esta práctica desde la meditación, pero también puedes iniciarte únicamente observando el amanecer, poniendo atención al sonido de los pájaros o tomando café concentrándote en su olor, sabor y cada una de las sensaciones que despierta en ti.
Empieza por lo básico y aléjate de la idea de poner “la mente en blanco”. Dudo que sea posible.
Practicar mindfulness puede mejorar tus hábitos de estudio, aminorar los síntomas de la ansiedad o la depresión. También impacta positivamente en tus relaciones sociales y puede ayudarte, incluso, a enfrentar algún tipo de adicción.
Vale la pena mencionar que un ejercicio de mindfulness de 10 minutos y 23 horas con 50 minutos de estrés no van a cambiarte la vida. Se trata más bien de un hábito que, poco a poco, puede conducirte a un estado de bienestar inigualable. Yo lo sigo intentando.
