Que quede claro de una vez por todas: los celos no son una muestra de amor. Tienen que ver con una sensación de posesión, con inseguridad y una baja autoestima. Cuando esta emoción aumenta en intensidad, hablamos de celos patológicos.
Aunque todos establecemos relaciones, pocos tienen la capacidad de crear y mantener relaciones saludables y equilibradas con otra persona. La calidad de las interacciones sociales tiene todo que ver con el amor propio, la fuente de todos los otros amores.
Los celos pueden darse en cualquier relación y no sólo en el ámbito romántico, sin embargo, es este tipo de relación tan íntima la que tiende a sacar a la luz lo mejor y lo peor de nosotros.
Es verdad que están relacionados con un instinto de adaptación, de conservar la especie a través de la procreación y, por lo tanto, de conservar al macho o a la hembra. Sí, es un comportamiento muy primitivo en su forma más básica.
La exclusividad del compañero sexual es lo que nos arrastra a este tipo de comportamiento. Cuando hay inseguridad sobre la fidelidad del otro (que a veces nace solo de un terrible autoconcepto) empieza la temporada de caza, leíste bien, con “z”. Los celos pueden ser destructivos.
Más que atender la relación con él o ella, es importante que cuides de ti. Ahora bien, si ya hubo una o muchas infidelidades, quizá deban (o debas) buscar ayuda profesional para continuar con la relación o para ponerle punto final, pero en los mejores términos.
No hace falta que vivas con la incertidumbre, pues genera sufrimiento innecesario. Recuerda que nadie es tuyo y, por supuesto, no eres de nadie. Somos seres libres e independientes que decidimos, con plena consciencia, compartirnos con alguien más. Aprende a trabajar los celos y las inseguridades, por ti y por el resto de tus relaciones.
