Equivocarse no solo es de humanos, puede ser justo lo que te está haciendo falta para llegar al siguiente nivel. No te voy a decir que no tengas miedo, eso es completamente natural; haz lo que sea necesario para alcanzar tus sueños, hazlo incluso con miedo. Si aciertas, ganas, si te equivocas, también.
Parte del camino al éxito es precisamente el temido fracaso. Pero fracasar significa que intentaste algo nuevo y no solo es un choro motivacional, la ciencia ha revelado información muy interesante al respecto.
Un trabajo publicado en el Journal of Experimental Psychology (de la American Psychological Association en Estados Unidos) afirma que equivocarse es la mejor manera de retener información. Ayuda a incorporar nuevos datos.
Además, la Fundación Baycrest de Toronto, Canadá, concluye en una serie de estudios muy afines que cometer errores como parte del proceso de aprendizaje puede beneficiar a la memoria. Recordamos solo lo que es significativo y los fracasos, sobre todo los que más duelen, entran en esa categoría.
Ahora bien, es importante mencionar que para que equivocarse resulte positivo hay una condición que se debe cumplir: debe tratarse de respuestas que se aproximen a las correctas y no de réplicas aleatorias (en relación con un problema dado).
El aprendizaje por ensayo y error es la clave del conocimiento sostenido en el tiempo. Cuando se trata de desarrollar habilidades no es muy diferente, basta con recordar a un gimnasta perfeccionando su rutina o ver a un bebé aprendiendo a caminar.
Por otro lado, dado que solemos tomarnos las equivocaciones muy a pecho, el fracaso nos empuja a lidiar con la desilusión y, en consecuencia, a gestionar emociones incómodas. Equivocarse es causa frustración y confrontación, de ahí pueden salir cosas extraordinarias.
Los errores, a la larga, traen consigo grandes recuerdos; son las anécdotas que vas a contar en tu próxima reunión familiar. Los equivocaciones nos ayudan a crecer, son la referencia para tomar nuevas y mejores decisiones.
Quédate con la siguiente anécdota: Alexander Fleming descubrió (por error) la penicilina después de que una placa de Petri que dejó olvidada cuando se fue de vacaciones se contaminara con el hongo Penicillium chrysogenum. Equivocarse le valió un lugar en la historia de la microbiología.
Así que, si te equivocas, tómalo con calma, podrías estar muy cerca del descubrimiento que cambié el rumbo de la humanidad. Si tu error dañó a otra persona, ofrece disculpas y, después, déjalo ir. Mejora. Aprende y cambia.