Se trata de comportamientos ampliamente banalizados, expresiones de violencia que lo mismo pueden tener lugar en medio de una discusión de pareja, una cena familiar o una junta de trabajo.
Me refiero a conductas que dañan la integridad de la víctima a mediano y largo plazo, que van mermando su autoestima y su capacidad de relacionarse sanamente con otros y, por supuesto, consigo mismo. La violencia es mucho más que golpes.
Y no es que quiera restar importancia a quien atenta contra la vida de otra persona, sin embargo, esta vez quiero concentrarme en la formas de violencia que tal vez no sabías que lo eran y que, por eso, estás tolerando.
Tristemente, la violencia doméstica sigue siendo la más popular en México, niños que escuchan de boca de sus padres “no eres bueno para nada”, hombres reprochando a sus esposas con frases como “ni eso puedes hacer bien” o mujeres fuera de sí gritando vituperios como “poco hombre”, sí, todo eso pasa dentro de cuatro paredes.
Claro que amo mi país, pero tenemos que hablar de los micromachismos, que empiezan con el azul y el rosa, el fútbol para los niños y el hornito para las niñas y, por supuesto, el acoso callejero con las típicas miradas lascivas y comentarios obscenos tan normalizados.
Pero el machismo y todas sus vertientes son solo una manifestación de violencia. Quiero poner el foco en las actitudes que daña a niños y adultos, hombres y mujeres, en varios entornos sociales.
¿Qué me dices de los celos? No son amor, son una terrible forma de control que provoca cortar relaciones personales, cambiar de trabajo o cambiar las faldas por pantalones anchos para verte lo menos provocativa posible.
Pero también está la novia que ridiculiza a su pareja por sus creencias (o las de su familia), el papá que se burla de su hijo porque se le ocurrió insinuar que quería ser bailarín. Es violencia.
Hacer bromas hirientes, ignorar, culpabilizar, descalificar, ridiculizar, intimidar, prohibir y manosear “jugando” son comportamientos violentos. No puedes volver a permitir que tu jefe mire y “halague” tus piernas solo porque es tu jefe. La cosificación también es violencia.
Si lo que sea que esté pasando no te hace sentir bien, habrá que establecer límites saludables. En un primer momento, no estoy sugiriendo que te divorcies, te alejes abruptamente de tu familia o, sin más, abandones tu trabajo. Hay algunos pasos que puedes dar antes de tomar este tipo de decisiones.
Busca ayuda profesional, tanto si eres la víctima como si eres el victimario. Vamos por ahí sin medir el daño que hacemos y nos hacemos al perpetuar estas y otras modalidades de violencia. El cambio empieza por uno mismo. No hay de otra.